Este libro es la historia de un individuo que lucha contra el destino colectivo, materializado en el absurdo de una obra (o proyecto, jeje) que absorbe a los que participan, incluso a los que, aparentemente, la dirigen.
Individualidad frente a colectivismo. Voluntad en duelo con el fatal destino. Rebeldía contra imposición. Libertad versus determinismo. Por la novela transitan unos personajes inolvidables. Me ha gustado bastante porque me ha hecho pensar, y mucho.
No siempre es aconsejable dedicarse a lo que a uno le importa para preservar lo que a uno le importa.
(página 128)
No veo qué hay de malo en tener aspiraciones. Peor me parece no tenerlas. Los hombres sin aspiraciones acaban sirviendo ciegamente las aspiraciones de otros.
(página 133)
- [Bálder] Lo malo es que a algunos nos importa guardarnos algún respeto por la noche, cuando nos vamos a dormir.
- [Núbila] Yo me respeto. Pienso que sigo en pie y que todavía podría soportar un poco más de dolor y un poco más de alegría. Y me duermo
- [Bálder] No estoy de acuerdo. Aunque a veces sea molesto, hay que conservar algún principio.
- [Núbila] ¿Para qué? Yo estoy ocupado en existir, en sentir el aire en los pulmones y la fuerza en las manos. Los principios no tienen carne ni sangre. No me interesan. Los de nadie. Ni siquiera los que alguna vez yo pude llegar a tener.
Núbila razonaba sin compasión pero hablaba suavemente [...] había en él una firmeza que superaba a la que el raciocinio era susceptible de proporcionar [...] se apoyaba en lo mismo que hace parir a las mujeres y beber a los animales sedientos.
(página 133)
El placer es un bien limitado. Muchos deben carecer de él para que otros lo tengamos en condiciones.
(página 182)
Porque no soy tan joven como para creer en cuentos ni tan viejo como para que no me quede más remedio que tragármelos.
(página 185)
Cuando uno se encuentra ante una empresa de gran magnitud, como nuestra obra, que no resulta explicable de acuerdo con los fines que proclama perseguir, existe una alternativa a la sencilla desautorización del empeño: buscar otros motivos que lo justifiquen, al margen de los declarados por los artífices.
(página 186)
La naturaleza se sirve a menudo de la necedad humana para procurar el equilibrio de la especie, y juega sus cartas de forma tan implacable que resulta difícil, para nuestros cerebros contaminados de insípidas categorías éticas, aprehender la diáfana coherencia de su maniobrar. Lo que hay que comprender es que la naturaleza está obligada a prescindir de la importancia que pueda tener para cada individuo su sufrimiento o su dicha, que es indiferente a la iniquidad con que unos puedan dar en tratar a otros...
(página 186)
Pero hoy por hoy el mejor sabotaje que podemos llevar a cabo es obedecer fielmente lo que nos ordenan, porque quienes nos dirigen nos guían con pulso firme hacia su propia hecatombe.
(página 189)
[Bálder] Siempre dijiste que me equivocaba.
[Núbila] Y lo mantengo. Pero tener razón nunca consuela de no tener lo que es mejor
(página 202)
Si pudiéramos ser como los animales, no darnos cuenta. Porque lo que duele no es entender. Lo que es entender, entendemos tan poco como los animales. Pero al contrario que ellos, nos damos cuenta y sabemos lo que está ocurriendo. Esa es la maldición que alguien quiso para nosotros. Quizá el Dios de los canónigos.
(página 263)
Habría estado dispuesto a creer que eras libre, o que luchabas por serlo. Ahora tengo la sensación de que vives bajo dos esclavitudes. La de todos y la tuya propia. Una golpea contra la otra y tú eres el campo de batalla. No te envidio maestro. No quedará gran cosa de ti cuando acabe la pelea.
La sustancia interior por su autor Lorenzo Silva
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