Me reencontré, de casualidad y a través de un cliente, con un conocido al que le había perdido la pista hacía varios años.
La última vez que le ví era un alto ejecutivo comercial de la compañía de
software líder mundial en su segmento de mercado. Hoy sigue siendo un alto ejecutivo, pero la compañía en la que está ahora, aunque sigue siendo muy importante, es de
segunda división con respecto a la primera.
El caso es que quedamos, charlamos un rato profesional y personalmente; reanudamos el contacto que era de lo que se trataba.
Lo que me llamó la atención y me motiva a escribir esta entrada, es que durante bastantes momentos del encuentro, mi conocido se sintió como obligado a justificar su retroceso profesional. Que
si ahora viajo mucho menos, que si llego a casa antes y veo a mis hijos, que ahora vivo más tranquilo, ... todos excelentes motivos sin duda.
Y no me gustó que se sintiera obligado. No me gustó nada, porque no se tiene que justificar. Lo entiendo y aplaudo. Vale, has retrocedido profesionalmente (y esto nunca se sabe, porque ¿y si él sube la empresa de
segunda a
primera?) pero aunque sea así, ¿y lo que has avanzado personalmente?
Por último os dejo un par de enlaces relacionados:
El primero es a un
blog que he encontrado buscando una foto para esta entrada. Se llama
Comunícate, lo mantiene
César Alonso Peña y trata sobre
conciliación de la vida familiar y laboral, comunicación, recursos humanos y búsqueda de la felicidadEl segundo, encontrado a través del primero, es
Free from 9 to 5, de
Linda Breen Pierce, que en sus propias palabras es una crónica de gente e ideas para inspirar y conseguir la libertad de un trabajo de 9 a 5 (
Chronicles of people and ideas to inspire and achieve freedom from a 9 to 5 job)