Esta frase es una de las más difíciles de pronunciar en un proyecto. Siempre hay algo que el cliente dice que falta.
Asumiendo que uno mismo ha hecho bien su trabajo (que ya es mucho asumir a veces), la fuente de conflictos suele estar en tareas asignadas a terceros (colaboradores e incluso el propio cliente) que no han sido bien definidas y acotadas.
Frecuentemente, como forma de bajar costes de los proyectos, los clientes quieren asumir tareas para las que no tienen los recursos adecuados o éstos, aún siendo adecuados, no disponen de suficiente disponibilidad.
Donde suele ocurrir esta situación, en este caso un proyecto de implantación de sistemas, es en las tareas de "formación a usuario final", donde un enfoque habitual es que el consultor forme a un "super usuario" y éste se encargue de formar al resto. Al final, lo que suele pasar es que el "super usuario" no tiene tiempo para formarse suficientemente, llega el momento del arranque y a los otro les cae el sistema como una bomba para la que no están preparados.
El problema para el consultor puede ser grave si el proyecto es a "precio cerrado", (que es lo habitual - si el proyecto es "a taxímetro" pues estupendo ... a tanto la hora), ya que no se puede ir porque no se han cumplido los objetivos de fecha de arranque (y la última factura suele ir ligada precisamente a cumplir ese objetivo).
No hay fórmulas mágicas para evitarlo, sólo (nada más y nada menos) que delimitar bien las tareas y reponsables, y sobre todo asignar hitos específicos e individuales a esos terceros, controlando que comuniquen con antelación si hay algún problema.
De todas formas, al final la pregunta que realmente interesa es
Ya hemos acabado, ¿cuando empezamos el siguiente?.